Cualquier actividad humana lleva asociada el concepto de sostenibilidad. Este concepto está íntimamente relacionado con los recursos y con el uso que hacemos de los mismos; dichos recursos pueden ser naturales, humanos, económicos, sociales, etc, y puesto que para realizar cualquier actividad es necesario consumir cierta cantidad de recursos, el conflicto surgirá inevitablemente si estos no se reponen a la misma velocidad a la que son consumidos. De hecho, el desequilibrio entre el uso de los recursos y su capacidad de regeneración es paralelo a la historia misma de la humanidad.
La sostenibilidad energética implica un esfuerzo conjunto de la industria y de los responsables políticos, que deben establecer estrategias y políticas que hagan posible la necesaria transformación del sistema energético para apoyar un desarrollo económico y social sostenible. La propia sostenibilidad energética evalúa cómo se equilibran las tres metas intrínsecas de la misma, que son: la seguridad energética, la equidad de energía y la sostenibilidad medioambiental, lo que el Consejo Mundial de Energía (World Energy Council – WEC-) define como ‘Trilema energético’.
La sostenibilidad, y en particular la sostenibilidad energética, se ha tratado en los últimos años por parte de la industria como un tema medioambiental, relacionado con una presión legislativa debido a la iniciativa política de reducir el impacto medioambiental. Dicha sostenibilidad se entiende como un marco necesario para poder operar y crear productos tradicionales. Lentamente, la industria se va dando cuenta de que el ahorro energético puede llegar a hacer más competitivos los procesos industriales. Pero hay que ir más lejos: hace falta redefinir el rol de la energía en la sociedad de conocimiento a través de la sostenibilidad. La digitalización de los procesos operativos facilita una cantidad de datos e información que permite a todos los implicados en el ciclo de vida de un producto conocer los procesos de producción. Esa trazabilidad proporciona poder al consumidor, que se interesa por un producto que no solo satisface sus necesidades, sino que también respeta el estilo de vida del individuo. Así, es el propio individuo el que tiene el poder de decidir sobre el producto que compra y poder pagar un diferencial por el producto que se adapte mejor a su filosofía de vida. El legislador ya no es intermediario para crear leyes ambientales en el bien común; será el propio consumidor el que elija el producto que además de cumplir los estándares mínimos, tendrá un plus de sostenibilidad. Esto hace que se cree un nuevo ecosistema, con servicios y productos diferenciados y nuevos y con más margen de beneficio. De allí el interés por una economía circular. Por ello, la sostenibilidad energética crea nuevos modelos de negocio y serán las empresas energéticas que sean capaces de adaptarse a este nuevo marco las que triunfarán en el mercado.
Y, por último, un factor clave para conseguir la sostenibilidad energética será la utilización de los recursos de energías renovables, disponibles localmente y distribuidos. La energía eléctrica es un vector esencial para conseguir una transición a una sociedad con bajas emisiones de CO2, ya que la mayoría de las tecnologías de renovables generan electricidad.
Andreas Sumper. Profesor e Investigador
CITCEA UPC
Artículo publicado en la revista «Automática e Instrumentación», noviembre-diciembre 2016