En la era de las telecomunicaciones y del mundo hiperconectado surge un nuevo concepto que pide paso en la historia de la ciencia y la tecnología: la industria 4.0.
Las fábricas y los centros de producción inteligentes, donde todos los sistemas están conectados entre sí y tienen capacidad para enviar, recibir y analizar datos, están dejando de ser una novedad.
Internet de las cosas, la inteligencia artificial y el cloud computing culminan un proceso de transformación de los procesos productivos, donde el peso de la comunicación entre sistemas adquiere un peso fundamental en las actividades industriales. Conceptos como el mantenimiento predictivo se transforman para convertirse en una pieza clave en el trabajo de cualquier factoría.
Los beneficios de este nuevo sistema de producción son evidentes: ahorro de costes y de tiempo, mejora de la eficiencia y del consumo energético, menos incidencias y mayor capacidad para concentrar los recursos en nuevas actividades que aporten valor añadido.
Es cierto que esto puede llevar a pensar que esta inercia tecnológica conllevará una menor intensidad en la empleabilidad de las personas. Aunque todo esto nos parezca muy novedoso, si echamos la vista atrás podemos comprobar cómo la sociedad ya ha vivido transformaciones de este calado con anterioridad. Pensemos en la primera revolución industrial, cuando la rápida mecanización del sector textil hizo posible multiplicar la producción a costa de una reducción inicial de empleos.
¿Cuál fue la reacción ante este proceso? Hubo quien culpó a la tecnología de terminar con el trabajo y abanderó un movimiento (el ludismo) para destruir y boicotear las nuevas máquinas y sistemas de producción, pero el proceso era imparable. La mayoría de los trabajadores debieron ampliar sus conocimientos y transformar sus habilidades para ir por delante de la tecnología.
La cuestión laboral es el tema que más preocupa al hablar de la industria 4.0. Según el Foro Económico de Davos, en una primera fase se perderían cinco millones de trabajos en todo el mundo. Las actividades más repetitivas, y que aportan menor valor añadido, desaparecerían en un alto porcentaje. Pero, como ocurrió en el siglo XIX, surgen otras posibilidades y perfiles laborales. Las empresas necesitan trabajadores con una formación específica en áreas concretas asociadas a cada departamento o labor, pero también van a demandar que tengan conocimientos en materia de comunicación y programación. Esto dará lugar a nuevos itinerarios de formación, y refuerza el concepto de aprendizaje a lo largo de la vida laboral.
Por otra parte, el uso de máquinas y sistemas inteligentes en actividades mecánicas contribuirá a reducir los accidentes y las incidencias, de forma que los trabajadores se dediquen a labores menos peligrosas y que aporten más valor al conjunto de la actividad productiva.
Desde el punto de vista de la innovación empresarial, todavía no somos capaces de evaluar las posibilidades que se abren en el campo de la manufactura avanzada, la gestión de la energía, la movilidad urbana o la ciberseguridad, por ejemplo.
Existe una demanda empresarial para mejorar sus procesos de producción que, en muchos casos, pueden llevarse a cabo implementando una mejora en los sistemas de comunicaciones. El desarrollo que MCIA UPC ha diseñado e implementado en una empresa metalúrgica es un buen ejemplo.
Pero la auténtica revolución está en aprovechar esa conexión integral de todos los procesos, para impulsar el desarrollo de nuevos productos y servicios que den respuesta a algunos de los retos a los que nos enfrentamos a corto plazo en el desarrollo de nuevas aplicaciones: la empresa sincronizada, la mejora en la eficiencia de la producción y distribución de la energía, la optimización de residuos, la movilidad urbana o el uso de robots en actividades no industriales -los llamados robots colaborativos-, por poner algunos ejemplos.
En esa carrera sin fin para contribuir a la mejora de la actividad industrial y empresarial, a través de la innovación aplicada, los retos son tan apasionantes como los que se enfrentan las propias empresas y los trabajadores: es preciso aprovechar las ventajas de la tecnología para seguir avanzando. Nos enfrentamos a un nuevo modelo que requiere más y mejor formación, así como el incremento de la colaboración con el sector productivo.
Es un desafío complejo, pero también apasionante. La historia de la tecnología avanza un escalón. Y nosotros vamos a su paso.
CIT UPC
Technology made real