Las últimas palabras que supuestamente pronunció uno de los padres del romanticismo, el alemán Goethe, me permiten introducir uno de los trabajos en los que he participado como investigadora del Centro de Investigación en Ingeniería Biomédica de la Universitat Politècnica de Catalunya (CREB, CIT UPC).
Iluminar un quirófano es algo complejo, y parece razonable que así sea. Pero los cirujanos demandan mejoras no solo en su instrumental y en las técnicas que utilizan, sino en los espacios donde tiene lugar su trabajo.
Movido por esa necesidad, el doctor Enric Laporte, un destacado cirujano con un sobresaliente historial de más de 20 años en varios hospitales de Cataluña, se dirigió a los investigadores de CREB para plantearnos un reto: ¿Seríamos capaces de crear un sistema que mejorara la instalación lumínica de los quirófanos de aquel momento?
Se trataba de trabajar en un nuevo sistema más eficiente a partir ciertos requerimientos que nos planteaba el cirujano. Hacían falta distintos tipos de luces, que pudieran enfocar a diferentes puntos en cada momento, con capacidad para adaptarse a las necesidades en la mesa de operaciones de manera que se iluminara en cada momento la zona de interés y con la intensidad necesaria, y que pudieran utilizarse de forma sencilla…