De los tres pilares de la actividad universitaria -docencia, investigación y transferencia de tecnología-, la tercera es, probablemente, la más desconocida por la sociedad y, en general, la menos valorada e incentivada por parte de los estamentos públicos y la misma estructura universitaria. La colaboración entre universidades, empresas e instituciones mediante convenios contractuales tiene el objetivo de acercar el conocimiento y la capacidad de innovación de los grupos de investigación universitarios y sector productivo y que se utilice en beneficio de la sociedad.
En un mundo globalizado y fuertemente competitivo, la capacidad de adaptación constante del tejido empresarial y de servicio a la innovación tecnológica es clave para asegurar no sólo su crecimiento, sino también su supervivencia. En este contexto, es imprescindible la colaboración de los agentes empresariales y sociales con las universidades tecnológicas.Por una parte, los grupos de investigación aportan el conocimiento y las competencias en temas punteros de investigación necesarios para orientar y acompañar con acierto estrategias de cambio. Por otra parte, el mundo empresarial puede convertir resultados de investigación de interés comercial o social en productos al alcance de la sociedad.
El retorno de la transferencia de la tecnología es múltiple para las universidades: permite la financiación de la parte más aplicada de la investigación en Cataluña, una financiación que se ha convertido en imprescindible con la reducción del presupuesto público de investigación. Además, es habitual que para llevar a cabo buena parte de las tareas de estos convenios se contraten estudiantes recién titulados, lo cual complementa su formación y les facilita una transición más suave hacia el mercado laboral. Finalmente, la colaboración con la empresa proporciona al profesorado universitario una visión actualizada de la realidad del tejido empresarial que nos permite enfocar mejor tanto la investigación como la docencia.
Hay que aprovechar este flujo bidireccional de beneficios y convertir la transferencia de tecnología en un motor de cambio económico, social y también de modelo educativo. Por ello, es imprescindible una implicación clara de las instituciones en favor de esta actividad: incentivación, apoyo, reconocimiento y difusión.Otros países lo han hecho. ¿Nos quedaremos atrás?
Dra Daniela Tost, directora de CREB UPC, miembro del Centro Tecnológico de la Politécnica, escrito con 19 directores de centros de UPC
Publicado en La Vanguardia el 17/09/2015