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Felip Fenollosa, ingeniero industrial y director de CIM UPC

“La crisis del coronavirus supone la mayoría de edad para la impresión 3D” 

“Estamos colaborando con tres centros hospitalarios en el desarrollo de equipamiento sanitario”

“Lo que está pasando con la impresión 3D tendrá un efecto directo en las vocaciones científicas”

Felip Fenollosa, doctor ingeniero industrial por la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Industrial de Barcelona, dirige ­CIM (Computer Integrated Manufacturing) UPC, un centro tecnológico de la Universitat Politècnica de Catalunya especializado en tecnologías de la producción. Parte de su trabajo se centra en la fabricación aditiva, para la que se valen de la impresión en tres dimensiones. Desde que comenzó la crisis del coronavirus, Fenollosa encabeza un equipo de profesionales que trabajan a diario para diseñar, programar y producir equipos como mascarillas y equipos de ventilación mecánica para hospitales.

Felip Fenollosa

¿Cómo y cuándo se ponen en marcha para colaborar con el sistema sanitario en la crisis del coronavirus?

Cuando surgió el brote en Lombardía ya supimos de centros y universidades que empezaban a plantearse el producir respiradores con tecnología 3D, y circularon los primeros diseños. Por otra parte, en CIM UPC estamos colaborando desde hace años con hospitales y centros sanitarios en el desarrollo de equipamiento sanitario. De hecho, estamos coordinando un proyecto de investigación RIS3 CAT para la aplicación de la impresión 3D en quirófanos. De manera que cuando la crisis estalló aquí ya estábamos preparados y listos para coordinarnos con otros grupos que están trabajando en este terreno.

¿Qué tipos de productos están generando?

Estamos desarrollando elementos anticontagio, como las manillas de las puertas que se abren con el antebrazo, mascarillas y equipos de ventilación, para los que estamos dando soporte en colaboración con terceros. En concreto, estamos trabajando en motores de fabricación digital y produciendo los equipos validados por los hospitales. Nos organizamos en red con Parc Taulí, el Hospital Clínic y el Hospital del Mar, por otro lado con la empresa BCN3D Technologies, que es una spin-off de CIM UPC, y con makers que colaboran a título particular. Además, también colaboramos activamente con la plataforma 3DCovid19.tech, que aglutina empresas, hospitales y otros organismos de I+D que han unido esfuerzos para tratar de hacer frente a la falta de equipamiento sanitario.

¿Y qué papel juega CIM UPC en esta red?

En el tema de los respiradores trabajamos en cuatro niveles: asistencia al diseño, programación, fabricación y normativa. En alguno de los diseños nos estamos encargando de derivaciones, por ejemplo, posibilitando conexiones entre tubos para que un respirador dé servicio a varios pacientes. 

¿Cuántas personas de CIM UPC están involucradas en esta iniciativa? ¿Y con qué equipos cuentan?

En el centro trabajamos de forma habitual 50 personas, y en esta iniciativa estamos unos 10. Disponemos de equipos industriales en nuestra sede, en concreto tres de gran tamaño. Y también nos valemos de los de terceros, como la granja de 63 impresoras de BCN3D Technologies, nuestra spin-off. 

¿Cómo son esos equipos industriales del centro?

Tienen un gran tamaño que permite trabajar para la industria. Ahora mismo estamos produciendo componentes de los respiradores con una máquina de tecnología SLS (Selective Laser Sintering) con una capacidad de cuba de 55x55x50 centímetros. Usamos materiales de alta calidad y un proceso industrial con certificación ISO 9001:2015 que permite obtener componentes de mucha más fiabilidad que los que se obtienen con impresoras de sobremesa. En concreto fabricamos las piezas de los respiradores que necesitan los centros hospitalarios.

¿En el caso de las mascarillas y las manetas también se encargan de la producción?

Aquí lo que hacemos es crear los diseños y liberarlos, de manera que quienes tengan impresoras puedan elaborarlas. Estamos conectados a la red de fabricadores de Barcelona y las comunidades de makers, que ponen su capacidad a disposición de este tipo de productos.

¿Cuál es el principal reto que se están encontrando?

La organización se complica. Tenemos que adaptar la forma de trabajo ordenada y con fases muy definidas a un modelo donde colaboran profesionales y voluntarios. La clave es que la gestión de todo el proceso no ahogue la efectividad y la utilidad de lo que hacemos. Por eso nos involucramos en la plataforma 3DCovid19.tech desde su creación, donde hemos organizado capacidades y demandas. 

¿Y cuál es la mayor fortaleza de la impresión 3D en una situación como esta?

El paso directo de la pantalla a la realidad. Aquí nos saltamos la fase de dotar al diseño de los utillajes necesarios para producir. La impresión 3D tiene una gran agilidad. Buscas una solución, la pruebas, y si no has acertado no pasa nada, porque tiene la capacidad de corregir sobre la marcha. Y la red que hemos creado de contactos y capacidades, flexible, y que trabaja con innovación abierta.  Además, nosotros ya estamos acostumbrados a usar esta tecnología para la fabricación de productos definitivos y no sólo prototipos, con lo cual tenemos el know-how necesario para definir los materiales y procesos necesarios. 

Volvemos a la organización de todo esto. ¿Cómo lo hacen?

No pensamos en organizaciones jerárquicas sino en organizaciones totalmente planas, estructuradas por proyectos que trabajan coordinada e independientemente: Mascarillas para un hospital, viseras para otro, por otra parte, los respiradores… Hay quien asume más protagonismo por la experiencia y los contactos, y la red funciona de manera flexible, pero orientada a resultados. No tiene nada que ver con los modelos tradicionales de empresas del siglo XX.

Pero para usar las máquinas de CIM UPC tienen que desplazarse al centro…

Sí, y en una situación de confinamiento. Pero el rectorado nos ha facilitado el acceso. Nos hemos coordinado con el equipo de mantenimiento de la universidad para asegurar algo clave como es el suministro eléctrico, que puede acabar con los trabajos que producimos si se corta la corriente. Y hemos vivido algunas situaciones emotivas, como el recibir el aplauso del personal de limpieza mientras imprimimos las piezas de los respiradores.

CIM UPC trabaja habitualmente bajo demanda, con modelos muy sólidos y planificados ¿Este es el proyecto más complejo en el que ha trabajado CIM?

A nivel de centro, desde luego. Tenemos una parte de formación sobre producción avanzada que estamos tratando de reconvertirla al sistema online, pero no es sencillo. Y desde el punto de vista tecnológico, en nuestro día a día nos enfrentamos con retos importantes. Cuando pase todo esto, nuestro equipo de I+D+I retomará un proyecto en el ámbito de la bioingeniería para fabricar una impresora 3D especial que tiene unos requerimientos muy grandes y de alta dificultad, pero la confidencialidad me impide dar más detalles. 

¿En lo relacionado con la crisis del coronavirus, trabajan con presupuestos?

De momento estamos contabilizando los costes, pero sin limitarlos: la situación así lo requiere. Ahora mismo nuestros ingresos han quedado interrumpidos, y por eso estamos tratando de fomentar el mecenazgo

¿La respuesta de CIM UPC y de otras entidades poniendo la impresión 3D al servicio de la crisis sanitaria puede suponer la mayoría de edad de esta tecnología?

Así lo creo. Respecto a la proyección social de la tecnología, la crisis del coronavirus supone la mayoría de edad para la impresión 3D. Para nosotros como centro de la UPC es muy importante, porque parte de nuestra misión es generar interés por este tipo de formación, y creo que lo que está pasando con la impresión 3D tendrá un efecto directo en las vocaciones científicas, y esto también es clave para las empresas.

Desde el punto de vista de la fabricación aditiva ¿Qué lecciones pueden extraerse de lo que está pasando? 

Varias cosas. La primera es que esto debe hacernos más humildes. Y también la colaboración entre distintos centros tecnológicos, que sería bueno que se mantuviera en el futuro. 

Por otro lado, hay que acelerar la adopción de este tipo de tecnologías como una opción válida y necesaria a nivel de homologación de ciertos productos sanitarios. A día de hoy, este está siendo el gran escollo a salvar por parte de empresas, centros de I+D y hospitales para poder proveer de las soluciones que estamos proponiendo sin riesgo para ninguna de las partes y, sobre todo, sin riesgo para el paciente.

¿Y qué puede aprender la industria tradicional de esta experiencia?

Esta situación refuerza algo que ya se estaba apuntando desde hace años: el perfil de empresas que vienen a CIM UPC para que les ayudemos a innovar y cambiar su forma de diseñar y fabricar está cambiando. Cada vez vienen más spin-offs y empresas pequeñas con nuevos diseños, producción reducida pero muy especializada, muy dinámicas y capaces de colaborar con terceros. Son industrias líquidas cuyo crecimiento creo que se va a acelerar.