En las últimas décadas se han acuñado nuevas derivadas sobre la innovación, que hacen referencia a la necesidad de extender los procesos que aportan valor, a través de nuevos productos y servicios. Frente al modelo tradicional de sistemas estancos y poco participativos, donde los acuerdos se miran con recelo y el miedo a la deslealtad pesa más que las posibilidades de asociarse, en el siglo XXI se ha impuesto la innovación colaborativa, en la que los agentes del sistema (empresas, universidades, centros tecnológicos, organismos públicos de investigación, parques científicos, clusters…) suman esfuerzos para desarrollar proyectos más ambiciosos, más complejos y competitivos, en los que se suman las capacidades y se multiplica el valor.
La innovación es compleja, pero de su éxito depende, en muchos casos, el futuro de las empresas, a medio y largo plazo. Es cara, porque las inversiones requieren de personal altamente cualificado y de equipos costosos, cuyo manejo y optimización requiere especiales destrezas. Es a largo plazo, porque necesita tiempo para ofrecer resultados fiables y probados. Y es incierta, ya que por la propia naturaleza del proceso, no siempre culmina en éxito.
Con semejantes argumentos, podría pensarse que la innovación solo está destinada a las grandes corporaciones, capaces de crear, gestionar y financiar departamentos de I+D propios. Pero, afortunadamente, no es así.
Todas las organizaciones tienen la necesidad de mejorar constantemente para desarrollar nuevos productos, ofrecer mejores servicios y organizar, de manera más eficiente, los procesos de producción y distribución. Y para ello, cada vez con mayor frecuencia, recurren a socios como los centros tecnológicos, que en España están organizados en torno a Fedit y a nivel europeo en EARTO.
La colaboración con estos centros permite a las empresas encargar proyectos a medida, diseñados para cubrir sus necesidades específicas, beneficiándose del conocimiento y de la experiencia de personal experto y cualificado, y accediendo a equipamientos que no podrían permitirse por sí mismas.
En el caso de organizaciones como el Centro de Innovación y Tecnología de la Universidad Politécnica de Catalunya (CIT UPC), que agrupa a 18 Centros punteros en investigación y transferencia de tecnología de la UPC, con más de 370 investigadores, la oferta es multidisciplinar, y proviene del conocimiento y de los resultados generados en la investigación universitaria, lo que permite abordar retos tecnológicos complejos, desde planteamientos transversales, en los que distintas tecnologías son complementarias.
De esta forma, las empresas acuden a los centros tecnológicos con necesidades diversas, como el análisis o diseño de nuevos materiales, la mejora de dispositivos que ya existen o el desarrollo de otros nuevos, modificaciones en el uso de equipamiento con el que trabajan, pruebas para determinados productos o parte de ellos en situaciones especiales… Mejorar lo que hacen, y hacerlo de manera fiable, personalizada, segura y económicamente ajustada.
Se pueden exponer muchos más ejemplos de los que podemos imaginar. Desde soluciones para start ups en fases iniciales a Pymes que quieren crecer y asumir nuevos retos, o a consorcios de varias empresas que se unen para abordar proyectos de gran envergadura.
A los beneficios propios de una alianza de ese tipo, circunscrita a acciones concretas, se unen otros derivados del hecho de que esa relación se prolongue más allá del corto plazo. Por citar algunos de los más importantes:
- El acceso a conocimiento tecnológico diferencial.
- La relación preferencial con redes nacionales e internacionales expertas en innovación, y la participación prioritaria en convocatorias de financiación pública.
- La mejora de la imagen y del perfil innovador de la marca.
- La respuesta a necesidades de compromiso social y ético, a través de programas de Responsabilidad Social Corporativa.
Y para completar las ventajas, conviene recordar las deducciones fiscales, por ejemplo, en el Impuesto de Sociedades para las actividades de I+D, que llegan hasta el 25% de los gastos relativos a colaboraciones externas, como las que se desarrollan con los centros tecnológicos.
El proceso, a partir de un escenario complejo, y a través de la oportunidad de colaborar con socios tecnológicos de referencia, puede resumirse en la sabiduría de un proverbio africano, que encaja perfectamente con la filosofía y los valores de la innovación colaborativa:
“Si quieres llegar rápido, camina solo. Si quieres llegar lejos, camina en grupoâ€.