
Tal y como están las cosas, durante los próximos meses todos los ciudadanos tendremos que utilizar mascarillas diariamente. Esta nueva realidad genera una serie de impactos: dificultades de aprovisionamiento -en buena medida resueltos-, sobrecoste en la economía familiar (la OCU calcula que al menos 70 euros al mes, para una familia de 4 personas), o bien el impacto ambiental de los residuos generados. Si los 47 millones de españoles consumiéramos 2 mascarillas quirúrgicas a la semana eso representaría 220 toneladas semanales de residuos, y con esta aproximación me quedo más bien corto ya que las mascarillas de un solo uso, en principio, su duración es de unas 4 horas.
De mascarillas ni de 3 tipologías diferentes. Las EPI (Equipos de Protección Individual) llamadas también mascarillas autofiltrantes, que protegen de dentro hacia fuera (evitan que nosotros emitamos los virus hacia el exterior de la mascarilla) y de fuera hacia dentro (la mascarilla evita que la entrada de los virus en nuestro sistema respiratorio). Están especialmente indicadas para personal sanitario que está expuesto directamente al virus de la COVID-19. La principal propiedad es que son capaces de filtrar partículas de un tamaño igual o superior a 0,3 micras. Ahora bien, esta capacidad de filtrado varía en función del modelo. Las FFP1, filtran un 78% de las partículas de este tamaño. Las FFP2, filtran un 92% y finalmente las FFP3 que filtran un 98%. Estos modelos pueden tener válvula de exhalación o no. Las que tienen válvula son del todo inadecuadas para las necesidades actuales de la pandemia porque no filtran el aire de salida y por lo tanto pueden contaminar. Las FFP2 y FFP3, además, protegen los aerosoles que son las microgotitas que proyectamos al toser, estornudar, gritar o cantar en las que puede viajar el virus de la COVID-19.
Las mascarillas quirúrgicas. Protegen de dentro hacia fuera pero sólo parcialmente de fuera hacia dentro. Están pensadas inicialmente para el personal sanitario que trabaja en un quirófano para evitar que el enfermo pueda estar expuesto a cualquier virus o bacteria que emita la respiración del personal de la sala de operaciones. Tienen un acabado exterior hidrófugo que impide que cualquier salpicadura de fluidos producido durante la operación afecte al personal sanitario. Están recomendadas para personal sanitario, enfermos confirmados de la COVID-19 y portadores sospechosos. Filtran partículas de tamaño superior a 3 micras y tienen una eficacia de protección bacteriana que oscila entre 95 y 98% según modelo y una respirabilidad entre 40 y 60 Pa/cm2. La limpieza microbiana debe ser igual o inferior a 30 ufc/g. En principio son de un solo uso y se recomienda utilizarlas no más de 4 horas seguidas aproximadamente.
Las mascarillas higiénicas. Se trata de una nueva categoría no existente hasta la COVID-19. Están pensadas para personas sanas y son las recomendadas por el Ministerio de Sanidad para el público en general durante la vida cotidiana. Protegen de dentro hacia fuera pero no totalmente de fuera hacia dentro. Si una persona no sabe que está enferma de la COVID-19 porque es asintomática, esta mascarilla evita que contamine a las personas sanas. Si todo el mundo las lleva, todo el mundo estará protegido. Las hay de no reutilizables y de reutilizables, estas últimas deben tener una eficacia de protección bacteriana igual o superior al 90% y una respirabilidad inferior a 60 Pa/cm2.
En España sólo hay 2 centros notificados por la Entidad Nacional de Acreditación (ENAC) para realizar los ensayos de certificación de estas mascarillas (AITEX y LEITAT), como estos centros están colapsados de solicitudes de ensayos, muchas empresas han conseguido certificados realizados por centros no autorizados y desconocidos hasta ahora por el sector textil, contribuyendo a generar una peligrosa confusión. De hecho, actualmente, una buena parte de la oferta de mascarillas higiénicas reutilizables que se venden en Cataluña no están certificadas por los 2 únicos centros autorizados para hacerlo.
La mejor mascarilla no es la más llamativa o la que combina mejor con nuestro vestido sino aquella que protege más y es capaz de soportar más lavados sin perder sus propiedades. La funcionalidad y no la estética es el requisito en el que deberíamos fijar prioritariamente la hora de adquirir una mascarilla. Lo digo porque últimamente están proliferado en el mercado, con una cierta frivolidad, una gran variedad de mascarillas donde lo que prima es casi exclusivamente la estética, con estampados chillones, logos de equipos de fútbol, dibujos de animales, banderas, cómics, incluso vi unas con los cuadros de Van Gog estampados. La mayoría de ellas sin ninguna o ninguna información sobre la protección que dan, sobre su duración o del certificado del laboratorio notificado por ENAC que acredita el cumplimiento con la especificación UNE 0065-2020. Es como si anunciaran un automóvil por su carrocería sin información sobre las prestaciones del motor, sistemas de seguridad, el consumo o las emisiones por km.
Hay mascarillas de tejido certificadas correctamente pero que más bien se tratan de fundas de mascarilla ya que lo que realmente protege es un filtro interior extraíble, que para su mantenimiento y lavado hay una manipulación muy poco recomendable.
Varios estudios recientes, han demostrado de forma contundente, la eficacia del uso generalizado de mascarillas, incluidas las higiénicas reutilizables, en la reducción de la propagación de la COVID-19.
Una mascarilla no es un paño que nos ponemos en la cara para protegernos del polvo cuando pintamos o hacemos obras en casa, sino una herramienta de protección solidaria que tiene unas exigencias técnicas muy particulares.
Si todos llevamos la mascarilla adecuada, contribuiremos eficazmente, evitar la propagación del virus de la COVID-19, y sus efectos.
* El autor es director del Instituto de Investigación Textil y Cooperación Industrial de Terrassa (INTEXTER) y profesor de la ESEIAAT. Universitat Politècnica de Catalunya.
Artículo publicado en la web del Diari de Terrassa